Obligatoriedad del Plan de Alérgenos:
¿Por qué es necesario este plan? ¿Qué repercusiones puede generar el no tenerlo?
Un alérgeno se define como aquella sustancia que puede provocar una reacción alérgica, al ser considerada como extraña y ajena al organismo.
A su vez, una alergia es una reacción exagerada del sistema defensivo, que en lugar de ser beneficiosa para el paciente, es completamente perjudicial debido a todas las repercusiones que acarrea, como inflamación, rinitis alérgica, urticaria, etc.
Dentro de todos los tipos de alergias, encontramos aquellas relacionadas con los alimentos, siendo considerados éstos como los agentes “peligrosos” para nuestro organismo, por nuestro sistema inmunitario.
De entre todos los síntomas y reacciones que pueden tener lugar (los cuales, suelen manifestarse en un lapso de tiempo de dos horas), encontramos: dolor abdominal, náuseas, cólicos estomacales, dificultad para deglutir, etc. siendo la más grave la reacción anafiláctica, que puede generar incluso la muerte del individuo.
Y esto, simple y llanamente, por estar en contacto con esa sustancia que nuestro organismo considera como “peligrosa”.
Las alergias alimentarias más comunes suelen deberse a 14 tipos de alérgenos, los cuales han sido recogidos tanto por el Reglamento (UE) 1169/2011, como por el Real Decreto 126/2015 publicado en el BOE el 4 de marzo de 2015. Éstos son: gluten; huevo; mostaza; crustáceos; pescado; cacahuetes; soja; lácteos; frutos de cáscara; apio; granos de sésamo; dióxido de azufre y sulfitos; altramuces y moluscos.
Es fundamental, por lo tanto, no sólo implantar este plan de alérgenos, sino estar completamente concienciado acerca de éste.
Y es que cuando un consumidor reclama un tipo de alimento o comida sin algún ingrediente específico, no sólo debemos estar alerta del alimento concreto, sino también de todos aquellos que empleemos como preparados, o de la contaminación cruzada.
¿Por qué debemos tener cuidado con los alimentos ya elaborados y/o procesados en la elaboración de un alimento?
En ocasiones, algunos productos como salsas, condimentos, e incluso simples latas de conserva, contienen en su formulación alérgenos que ni siquiera somos capaces de imaginar; ¿Quién diría que algunas salsas de tomate llevan apio? ¿Sabías que las conservas elaboradas con vinagre de vino pueden contener sulfitos? ¿Cómo es posible que una lata de tomate frito contenga proteínas lácteas?
Pero esto no acaba aquí, ya que no sólo debemos prestar atención al etiquetado de los alimentos, sino también a la posible contaminación cruzada o presencia de trazas. Y es que el mero hecho de manipular, por ejemplo, harina para un plato y acto seguido continuar con otra elaboración sin una higiene correcta, puede dar lugar a la denominada contaminación cruzada; es decir, que una pequeña proporción de la harina vaya a parar al otro plato realizado, algo que puede ser realmente perjudicial para una persona con alergia al gluten.
¿Sigues pensando que este plan de alérgenos no es necesario?
La seguridad del cliente es lo primero, y esto se une a la dificultad de poder evitar los alérgenos en la elaboración de alimentos. Es por ello que la obligatoriedad es necesaria.